domingo, 7 de agosto de 2011

Sombras de realidad, Capitulo 1


Introducción uno.
Rodolfo estaba solo en un hacinamiento de pensamientos, muchas ideas cruzaban ferozmente su psique. De pronto estas ideas se hicieron cenizas que desaparecieron en un trasfondo oscuro, el cual fue prontamente confundido con una maleza de confusión. Su último recuerdo antes de perder por completo el conocimiento fue un rostro pulcro, de color pálido, con pelo corto de color extremadamente  plateado, pómulos prominentes y unos pequeños ojos negros escondidos debajo de la propia cara, y aún más escondidos por unos grandes anteojos redondos con patillas negras contrastando su sepulcral rostro.
Día uno.
Suena el despertador a las 7 de la mañana, Rodolfo despertó como un día normal. Siguió su vida normal, tal como si nada hubiera acontecido, se levantó, tomó su café de la mañana con tostadas y fue a su computadora. Revisó algunos mails, y salió a hacer su vida como siempre, a las nueve en punto llegó a su trabajo. Cosa que llamó su atención fue haber llegado media hora antes de lo normal, ya que generalmente sufría una demora a causa de embotellamientos en el centro de la poblada, salvaje, vacía y fría ciudad.
El Sr. Cortés, su jefe, estaba con un humor nunca antes percibido por Rodolfo. Su pulida cabeza, sus ojos verdes oliva y su perfecta sonrisa relucían un brillo que siempre había sido opacado frente a su sombría y aterradora autoridad.
- ¿Señor Benítez como está usted? -. Muy atentamente saludó
Rodolfo a la vez sorprendido tanto como preocupado respondió intentando no ahogarse con su propia saliva frente a tal sorpresa. – ¿Muy bien,  usted señor Cortés? –.
-¡De maravilla! – contestó con un tono de envidiable felicidad.
Rodolfo llegó hasta a dudar incrédulamente sobre si esto tendría fines ocultos bajo una penumbra, pero concluyó que su jefe solamente debería de tener un muy buen día.
Orlando, uno de sus compañeros de trabajo y gran amigo llegó con resaca como acostumbra todos los lunes y días posteriores a feriados.
 - ¿Cómo andas Rodo? ¿Todo tranquilo? – Preguntó él con una voz afónica y una sonrisa completamente dibujada.
- Bien, cansado, ayer me sentí mal y tuve pesadillas, pero bueno, que voy a hacer. ¿Viste la cara de felicidad que tiene Cortés hoy? -. Contesto a su pregunta e hizo una él a continuación.
Orlando a esto respondió con una sonrisa, esta vez bastante real – ¡El boludo debe haber encontrado novio ayer!
– Shh, tarado puede escucharte – murmuró Rodolfo.
Terminada la conversación debido a que se acercó cortés a sus mesas de trabajo el transcurso de su jornada laboral continuó de bien en mejor, mucho más tranquilo de lo que es comúnmente.
Al salir, Rodolfo sintió que ese día fue uno de los más felices desde hacía años y que aún faltaban ocho horas para aprovecharlo al máximo.  A las seis de la tarde llegó a su casa, comió algo, jugo un poco de póker online y decidió bañarse para luego salir, aunque sea una hora, al bar del barrio. A las ocho, ya en la noche, entró al bar y pidió unas cervezas. Tres cervezas después, las cuales deben de haber sido aproximadamente una hora, una mujer hermosa, delgada, de mediana estatura, con cabello largo, lacio, castaño, ojos verdes, piel parda y quizá un poco más de unos veinte años, entró al bar, se sentó en una mesa y pidió dos medidas de bourbon. Rodolfo quedó completamente perplejo al ver tal belleza que contemplaba y de una extraña forma deleitaba a sus ojos, estaba pasado de alcohol por lo que no se molestó en siquiera mirarla disimuladamente. Obviamente, la chica se dio cuenta que la estaba mirando como un perro de la calle observando un saco de huesos con carne, casi más babeando y totalmente atontado como si nunca hubiera visto a una mujer. Además de su belleza había algo más en ella que lo cautivaba, que lo atrapaba, algo que aumento su curiosidad a tal punto que no se contuvo más y le fue a hablar. No le dejó siquiera acercarse y ya lo miró diciéndole de una forma sutil que desaparezca de su vista. Él intento acercársele de nuevo obteniendo el mismo resultado, o peor, la mujer fue a hablar con un conocido de ella. Esto le provocó las ganas de volver a su casa.
Cuando llegó, ordenó unas pizzas y se acostó a mirar la tele mientras intentaba ser vencido por el sueño, concluyendo que nunca existió ni va a existir un día perfecto en su vida, todo es equilibrio en la balanza de la vida, y que todo día es bueno o malo dependiendo de la visión y la capacidad de conformarse de cada uno.

Ferchu Fernández 

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