Desperté exaltado ante
semejante pesadilla, retazos de espanto seguían esparcidos por mi mente,
mientras que mis ojos se despegaban lentamente. Un sonido agobiaba mis
sentidos, retorcía mi audición, tal si escuchase fuertes alaridos. A rastras,
llegué hasta donde se encontraba el osado monstruo que irrumpía en mi descanso,
deseando morir en el intento, sangrando más y más a cada momento.
Los números decían que ya
debía movilizar mis huesos, lo cual creí imposible, no los podría mover si antes
no reaccionaban mis sesos. Me sentía un GPS mal configurado, totalmente
desorientado, mientras el maldito sonido seguía dejándome más y más
atormentado.
Caso omiso hice al frío del
invierno, ya que en ese preciso momento estaba como alma en pena en el infierno,
aunque creyéndome afortunado. Poco a poco, estaba más próximo a mi objetivo, el
fin de todo esto pensé era definitivo. Jugué todo al rojo apostando a la
pereza, luchando contra mareas y vientos neuronales usando mi destreza; ya casi
nada me faltaba para la meta. Iba pensando que al llegar me sentiría como Otto
Rocket con su patineta. Tristemente, en realidad me parecería más a un tipo
jugando al tenis con una chancleta. Feliz por jugar, aunque no sabía de la
forma en que todo iba a terminar.
El grito agudo y desgarrador
al presionar un botón había cesado, creí que todo había terminado. Sin embargo,
estaba errado, no me había dado cuenta por torpeza, inconsciencia o porque soy
despreocupado, que la pesadilla recién había comenzado.
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