martes, 15 de enero de 2013

La mujer de sus pesadillas





Todo hombre tiene una mujer que lo vuelve loco, a algunos los arrastran al punto de llevarlos hasta la muerte. Un adulto de temprana edad, cuya historia data de hace ya muchísimos años, era una persona inteligente, educada, con talento, una gran familia, un bello rostro y muy bien posicionado económicamente. A pesar de todo esto no era considerado una persona normal en lo absoluto ¿Pero nosotros somos normales? No lo creo, entonces ¿Nada de qué quejarse cierto? Están en lo errado. La respuesta es “sí, de una mujer”.

Como muchas, tenía múltiples facetas y momentos de múltiples cambios emocionales. Cuando estaban con las demás personas ella parecía tan tranquila que sólo miraba o apenas demostraba vitalidad, a tal punto que su presencia casi ni se sentía. Pero al caer la noche en cuanto se encontraban solos susurraba a su oído cosas que lo desalentaban totalmente, le quitaban las ganas de vivir y le hacían vivir un infierno al pobre Y desorientado hombre. Ésta maldita mujer reía macabramente o lloraba dependiendo del día, le quitaba el sueño, descansaba felizmente cuando él sufría. ¿Para qué estar con una mujer que te hace sentir de esa forma? Era ilógico, pero nada tiene de lógica en su historia, aunque sí de real. Tan real como la palidez que tenía en su rostro ésta mujer que ni me atrevo a nombrar, posiblemente su delgadez era debido al hecho de que no quería que nadie la viera comer, quizá lo hacía a escondidas por vergüenza. A los que sabían cómo era ella realmente tenían la loca idea de qué se alimentaba del desespero del desafortunado.

Al desaventurado y noble joven se le cruzaba por la cabeza “¿Qué he hecho para que me hagas sentir así?” ¿Te ha pasado que alguien te haga sentir así por momentos? Bueno, él de una extraña forma no podía librarse de ella, no fue como a muchos que solamente les duran unos meses como demasiado olvidarse de alguien. Él prácticamente desde que nació poseía recuerdos de ella, ya desde su infancia la conocía y para peor su familia no le permitía deshacerse de esa femenina puerta al infierno por razones relacionadas a la época, esos tiempos eran diferentes a los actuales. Si estabas destinado a tener a alguien en tu vida para toda la vida era prácticamente imposible evitar el cruel final que el destino nos tiene preparados. Quizá pensaban que ella no le hacía tanto daño como se creía, que el de una manera enferma dependía de ella o estaba escrito ya en los astros que nunca debían cortar contacto, nadie lo sabrá realmente.

“¿Por qué no fue a un psiquiatra o algo parecido?” pensarán. En efecto fue a muchos médicos para hacer que ella desapareciera de su cabeza, su mente estaba todo el día concentrada en esta mujer. La medicina, más precisamente las ramas relacionadas a lo que ocurre dentro y fuera de nuestras cabezas, no iban a avanzar hasta no menos de medio siglo después. ¿No les ha pasado que alguien está en su cabeza sin que lo hayan buscado y de una bizarra manera parece no quererles dejar por más tiempo y cosas que hayan pasado? Obviamente en la mayoría de los casos es producto de nuestra imaginación… aún así él no la soportaba más, pero todos sabían que él no podría vivir sin ella. La mujer de sus pesadillas, la que siempre soportaba sus problemas durante el día y frente a los demás, sólo para vaciarlos en él. ¿Egoísmo, venganza a causa de algo, rencor ilógico o qué? No se sabrá.

Ella era real, no era un fantasma, un producto de su mente ni un ser extraño o paranormal. Esto era lo peor, alguien de carne y hueso nos hace más daño que cualquier ente no físico. No podía vivir sin ella, pero a la vez no soportaba más vivir con ella y seguir pendiente de que nadie entendiera ni le apoyara en la idea de hacerla desaparecer. Nefasta idea hacer algo así ¿No? Esa idea le comió la mente y alma, tanto que decidió terminar su vida. Algunos dicen que fue un disparo en medio de los ojos de esa acosadora, que ya formaba parte de él, y al instante él también provocaría su propia muerte. Otros dicen que una bebida venenosa acabó con ellos. Lo que se sabe con certeza es que él pidió en su carta de despedida ser enterrado en un lugar que no puedan reconocer extraños, con una lápida anónima y que ella fuera enterrada lejos de su cadáver que por fin sería libre del acoso constante de alguien que ya era parte de él mismo, no tanto de su alma, sino parte de su cuerpo. Vivieron y murieron juntos, pero sus carnes en descomposición reposarían una lejos de la otra, por más que formaban el mismo cuerpo desde que nacieron. Esa mujer era más un extraño gemelo “parásito” con solamente una cara que ocupaba la parte posterior de su cabeza. El hombre se llamaba Edward Mordrake, es el curioso caso de un hombre descendiente de la nobleza inglesa cuya historia sea mito o realidad, me pareció fascinante.

Ferchu Fernández 

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